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Cuando era niño, en la década de los 90, mi crianza fue eminentemente católica, mis padres me enviaron a un colegio católico y ellos profesaban el catolicismo tradicional en Paraguay. En esa época era muy común que todo el sistema tanto social como educativo eliminen cualquier idea matizada sobre la existencia de un ser superior, cualquier pregunta que cuestionara o quiera indagar más allá era marginada y sutilmente aplastada por el sistema social.
Era una mañana cualquiera del año 1999. En el salón del cuarto grado, en un colegio católico de Asunción, Paraguay, la profesora nos hizo una pregunta que resonó en mi curiosidad: "¿Saben cuál es el origen del ser humano?" Yo, un niño de un barrio marginal, pero de curiosidad insaciable y sin mucha vergüenza por aquellos años—cuya única ventana a un mundo más amplio era el Discovery Channel—, levanté la mano con seguridad infantil y respondí con soltura: "Los humanos vienen de un pariente de los monos, profesora".
Ella me miró con una expresión en sus ojos que mezclaba de perplejidad, juzgamiento y reproche. "¿Y en dónde aprendiste eso?", cuestionó. Yo, que era ajeno por completo al tabú que estaba transgrediendo, respondí: "Lo vi varias veces en documentales de Discovery Channel". La profesora, con un tono ya más severo que pretendía ser una advertencia para todo el salón, dijo: "Atiendan bien lo que ven. Sus padres no pueden dejarles ver cualquier cosa"—no puedo olvidar la sensación de mis compañeros mirándome mientras mi auditorio interno empezaba a "trabajar"—. Acto seguido, procedió a impartir la lección del creacionismo.
Aquel fue uno de mis primeros choques con un sistema que sutilmente acallaba la posibilidad de la indagación. También se convirtió en un momento fundacional para mí, pues me despertó una fascinación permanente por las diferencias de pensamiento y cómo este moldea a las personas—Y empecé a ser más taciturno—.
Hoy en día en los acalorados debates más populares, ya sea en redes sociales o en la vida cotidiana se suele categorizar las posturas de una persona en relación a la existencia de un ser superior en las siguientes tres:
Teísmo: creencia en dios
Ateísmo: la no creencia en dios
Agnosticismo: la indecisión por falta de evidencia, pero que, si llegara a evidenciarse su existencia o no existencia, se definirá por uno de los lados.
Pero, como veremos a lo largo de este ensayo este pensamiento tri-categorial popular es a todas luces un error de categorías pues en realidad la raíz de "gnosis" en su contexto griego original no es una postura hacia dios, es más bien un término que expresa la capacidad o no de obtener certeza de lago a través del conocimiento y definitivamente no es una postura hacia la idea de lo divino o trascendente, la gnosis es más bien la cualidad del conocimiento y la validez del mismo.
Para ello debemos entender los significados griegos originales de:
Gnosis (certeza o conocimiento general): Significa conocimiento sobre algo, certeza sobre algo, la facultad del conocimiento o la posibilidad de conocer algo, requiere evidencia surgida de la experiencia (se diferencia de episteme, pero comparte el núcleo de ser un conocimiento que requiere evidencia).
Pistis (Creencia o convicción): significa creencia, convicción con fidelidad hacia algo, no requiere evidencia.
Matriz creencia-certeza
La matriz es una forma gráfica de simbolizar que la posición agnóstica no es un punto intermedio, sino una forma distinta de relacionarse con el conocimiento y la fe
Ambos términos provienen del griego clásico: gnosis (γνῶσις) refiere al conocimiento sustentado en evidencia; pistis (πίστις), a la convicción que no depende de ella.
Cuadrantes:
Posturas gnósticas:
Ateo gnóstico: Afirma tener la certeza de la no existencia, su fuente para respaldarlo es la inferencia lógica de la falta de evidencia cognoscible y la construcción de conocimiento explicativo del universo conocido que contradicen los textos sobre un ser superior (usualmente el conocimiento científico o filosófico ateo). Afirma su certeza de la no existencia, por ende, su no creencia.
Teísta gnóstico: Afirma tener la certeza de la existencia de un ser superior, tomando como fuente de conocimiento respaldatorio los textos sobre un ser superior (biblia, filosofía teísta) o experiencias personales, para él dios es tanto personal como universal. Afirma su certeza de la existencia de un dios, por ende, su creencia.
Posturas agnósticas:
Ateo agnóstico: Afirma la imposibilidad y/o limitación inherente al ser humano de poder dar respuesta certera a la cuestión de un ser superior, para él no hay evidencia para dar una respuesta, por ende, un veredicto al respecto le parece fútil. No cree en un ser superior pues la pregunta misma le es incontestable y el problema irresoluble.
Teísta agnóstico: Afirma la imposibilidad y/o limitación inherente al ser humano de acceder a evidencia absoluta y concluyente sobre la cuestión de un ser superior, pero para él no hace falta evidencia para poder afirmar su respuesta, pues su postura es personal no explicativa de la realidad universal, sino particular. Acepta no tener evidencia, pero afirma su creencia como algo personal.
Como hemos visto, a diferencia de lo que se cree popularmente, las posturas agnósticas no son sinónimo de indecisión, más bien son un reconocimiento de los límites de nuestro conocimiento humano. Coincide con el concepto de humildad epistémica. Está lejos de ser una posición de indecisión, es clara en su postura, y puede convivir con los matices, ya que está abierta a la evidencia y es resistente al dogmatismo. Vale la pena aclarar que ninguna de estas posturas es en sí inferior o superior, pues cada una responde a distintas necesidades humanas tanto de certeza o sentido. Es decir, no es un ranking de racionalidad, más bien es una forma de comprender cómo la fe y el conocimiento pueden coexistir en distintos grados generando matices.
¿Pero cuál es el origen de la confusión?
La palabra gnosis de origen griego fue tomada por movimientos del cristianismo entre el siglo I y II siendo reinterpretadas a su contexto histórico-cultural como un conocimiento místico/esotérico de lo divino, creían en la salvación a través del conocimiento secreto, de manera que el concepto original fue adaptado y cambió significativamente.
El "redescubrimiento" del significado griego y la formalización del agnosticismo llegó año 1869 con el filósofo Thomas Henry Huxley que partió directamente del significado griego original y le añadió una partícula: a- (sin) + gnosis (conocimiento), la usó para explayar su postura de "no sé ni puedo saber" ante lo divino, y es que Huxley no negaba la existencia de dios, su postura gnoseológica era que, sin evidencia clara, no se puede afirmar saber, para él problema era incognoscible.
La tergiversación real del significado viene de malentendidos modernos populares sobre lo que significa "agnóstico", su uso coloquial donde "agnóstico" es igual "indeciso", viene de la falta de comprensión de que gnosis/agnosticismo es una dimensión epistemológica (¿es posible demostrar con evidencia la existencia de dios?), no ontológica (¿existe dios?). lo cual resultó problemático y confuso desde el punto de vista conceptual pues quedó ambiguo, justamente porque no es un concepto tri-categorial (teísta, ateo, agnóstico), sino uno bi-categorial con matices (teísta y ateo con sus matices sobre si el conocimiento es posible o no).
¿Cuál es mi postura personal (y subjetiva) al respecto?
Hoy estamos en el año 2025, lejos de ese 1999 en donde vivía la felicidad tener a toda mi familia en misas o festejos católicos, pero que enfrentaba un sistema que acallaba sus preguntas inquietas. Ya con barba larga, perdiendo pelo y la experiencia de un hombre adulto que sigue teniendo una mente inquiera he aprendido a coincidir parcialmente con autores como Anthony Kenny y Henry Huxley, pienso que toda persona debería ser libre de navegar entre estos cuadrantes a lo largo de su vida, pero para ello necesita condiciones propicias para cultivar su pensamiento crítico y crecer. Investigaciones sugieren que el pensamiento dogmático se correlaciona negativamente con indicadores de salud mental positiva. Desde las neurociencias, se estudia cómo la flexibilidad cognitiva, entendida como la antítesis del absolutismo, es fundamental para propiciar adaptación y el bienestar. A lo largo de mi vida, he observado que un pensamiento menos rígido y más humilde no solo enriquece al individuo, pues también sirve de base para que las sociedades progresen en un marco de respeto y comprensión mutua.